Qué bien me lo he pasado esta cuarta temporada de "Homeland", la serie que, en sus dos primeras temporadas se empeñó en tener a dos personajes protagónicos con Nicholas Brody (Damian Lewis) y Carrie Mathison (Claire Danes), y que ya en la tercera temporada se dio cuenta de que quien 'cortaba el bacalao interpretativo era el personaje femenino -atención!!!, 'spoiler'!!!- cargándose, lógicamente, al masculino.
Lo cierto es que, al menos con "Homeland", he andado al revés de todo el mundo que habló de una primera temporada genial y que a mí me agobió muchísimo con las historias familiares de Brody, una 'season 2' muchísimo mejor, con una trama de inteligencia increíble y con lo mejor que han dado los dos personajes protagonistas juntos (y que la gente tildó de más floja) y una tercera en la que perdía tensión cuando Brody aparecía sólo pero ganaba muchos enteros e intensidad cuando la bipolaridad y la intuición suicida de Carrie entraban en juego siempre pululando por el medio ese gran Saul Berenson (Mathew Patinkin) y el cabronazo (todavía) de Andrew Lockhart (Tracy Letts).

Pero lo que más me han impactado, y aquí va un 'olé' por los magníficos guionistas, son esos clímax finales en casi todos los capítulos, esos 'giros' de guión que te suban la adrenalina a 100% a pesar de algunas incongruencias y que te hacen desear que venga el siguiente para ver cómo se desenlaza.
Curioso el capítulo final, tras tanto padecimiento en Oriente Medio, desarrollándose exclusivamente en el entorno hogareño y familiar de la patria Yankee, con la familia alrededor de Carrie y con ese Peter decidido al 100 %...o no..a tener algo serio con su jefa.
Habrá 5ª y última temporada, así que todavía tendremos Carrie Mathison para buenos y excitantes ratos de angustia y suspense...